Al cerrar los ojos, despertó

Al cerrar los ojos, despertó. Mas de sesenta años después de que aquella bala le quitara la vida regresaba a ella. Porque siempre estuvo vivo en la memoria de los suyos. La emoción impregnaba junto a la lluvia el rostro de los que aguardaban el momento tan esperado. Sobre todo el de ella, apenas podía sostenerse en pie, por lo que se apoyó sobre su fiel compañera y centinela del secreto que bajo ella estaban a punto de descubrir.
Precisamente llovía también cuando entraron en casa al grito de viva la guerra! pisoteando con saña la libertad en nombre de Dios. Sobresaltada por los gritos y disparos se refugió rápidamente, como le había enseñado su madre por si llegaban un día los malos, en el escondite que había en el ático. Desde allí pudo observarlo todo, se los llevaron, sin mediar razón alguna, tan solo la de que eran escoria campesina, se llevaron a sus padres entre burlas y golpes. En el último instante pudo verles por última vez los ojos cuando instintivamente miraron hacia donde sabían que ella estaría.
Al grito de si había alguien mas en casa respondieron que no, obteniendo sendas bofetadas del que parecía el cabecilla. Nunca olvidó aquella cara y juró venganza. Pudo escapar de aquel lugar deslizándose desde el escondite hacia la ventanuca que daba al exterior y de un salto llegó hasta la encina permaneciendo inmóvil sobre una de sus ramas.
Era una noche infernal de lluvia, viento y truenos, más descubrió una cosa, que su abuela se equivocaba, la maldad no habitaba en aquellos elementos, ni la encina que tanto le asustó cuando un rayo la iluminaba era monstruo alguno. Desde ella pudo verlo todo. Allí mismo, frente al muro de la casa fusilaron a sus padres, aún hoy en día no sabe por qué.

Llueve, la misma lluvia de entonces y tan diferente momento. El paisaje apenas ha cambiado con el paso del tiempo, tan solo el camino ya no es el empedrado por donde maltrataba su cuerpo a lomos de los mulos cuando acompañaba a su padre a la era. Ahora una capa de alquitrán sepultaba la historia, pero no su recuerdo. Una memoria que permaneció viva día tras día desde que aquella noche, una vez marcharon todos, pudo descender hasta donde yacían sus padres, a los que enterró allí mismo, junto a la encina antes de salir huyendo, huyendo primero de España, luego de Europa, hasta que pudo regresar al mismo lugar en que tras cerrar los ojos despertó a la peor pesadilla de su vida.
Pero la venganza mejor tarde y fría, como fría era esta tarde. Allí, atribuyéndose el éxito de haber hallado la sepultura dando las gracias a la anónima persona que se preocupó de honrar a los mártires del pueblo, se encontraba el alcalde. Apoyada en la encina, la anciana no quitaba la vista de aquel rostro que jamás olvidó durante tantos y tantos años.

Era el momento de despertar al pueblo.

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