El sisear del aire rompió el silencio

El sisear del aire rompió el silencio. Tanta quietud no le presagiaba nada bueno, incluso el silencio callaba como escondiéndose de algo.
Todos dormían en casa, parecía increíble que pudieran hacerlo, les envidiaba, sabía que no había motivos para preocuparse, todo fue repasado una y otra vez al milímetro y sin embargo algo le impedía coger el sueño.
Desde la ventana contemplaba las parpadeantes luces de la torre de control. El lugar era perfecto, situado mas o menos a kilómetro y medio al norte estaba el aeropuerto; al sur una valla separaba la casa del acantilado tras el que se extendía el mar, aquella noche cómplice del silencio y tanta calma le inquietaba. Al este estaba el acceso a la autopista, rápido, directo y una magnífica vía de escape llegado el momento. Y casi podía divisar al oeste las elevadas grúas del puerto y el múltiples vías de tren.
El tren, aquella palabra le recordó a los hermanos que se inmolaron por la causa. Apretó los puños ¿ Como era posible que no entendieran el mensaje ? El Enviado, así le conocían, tenía razón, se burlaban de nuestras intenciones, había que golpear de nuevo y mas fuerte.
Bebió un poco de té, por unos instantes recuperó fuerza moral. Le hubiera gustado despedirse de sus padres, desde que marchó, hacía ya una semana, no pudo contactar con ellos ni comunicarles que le habían seleccionado para ser héroe. Seguro que estarían orgullosos pese a todo. Recuerda que no comulgaban mucho con las enseñanzas de aquel clérigo, que preferían que diera clases en el colegio y se integrara con los niños del país, pero finalmente accedieron. Haber obtenido la nacionalización y tener trabajo en aquella sociedad era todo su horizonte pero ellos no le comprenderían nunca,
Ojalá hubieran conocido al Enviado ¿ Como era posible que él con 16 años viera la realidad de las cosas y sus padres no ?
Mañana la muerte, la onda expansiva arrasaría todo en kms a la redonda, pero les habían asegurado el paraíso para él y su familia. Convencido de que todo saldría bien echó un último vistazo al exterior, tanto silencio seguía inquietándole aunque ya menos y se giró para volverse a dormir cuando el vaso del té cayó rompiéndose en mil pedazos contra el suelo. Se llevó súbitamente su mano al cuello para intentar tapar la hemorragia que aquel disparo silencioso le produjo.
Todo sucedió en segundos, sin poder hablar para avisar a los demás vio como una deslumbrante luz blanca y décimas después a sus compañeros contra la pared y esposados. Fue lo último que vio, la muerte no le dejó ni cerrar los ojos.

Al amanecer como cada mañana abrían su tienda de comestibles. Ella miraba siempre hacia la calle esperando verle regresar en su bici o cualquier noticia de la policía a la que denunciaron su desaparición. No había cerrado aún la puerta cuando fue empujada hacia el interior por los agentes.
Aquella mañana, no solo ella sino otras familias fueron detenidos por colaboración con terroristas.

Lejos de allí en una base militar permanecía desactivado un artefacto nuclear.

No sabía de que le hablaban, no entendía nada de lo que le decían de una masacre, solo quería que le devolvieran a su hijo y a su esposo, era ciudadana de ese país gritaba exhibiendo su nuevo pasaporte.
.- ¿ Y así nos pagáis nuestra gratitud ? Dijo la policía.
.- ¿ Qué ? Dijo la madre.

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