Esta noche a las doce en punto

Esta noche a las doce en punto... mientras duermes alza la mano esperando no tocar un cristal…

Era una fría noche otoñal, el cielo presagiaba tormenta y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. El viento azotaba con fuerza el pueblo y cerré la ventana. Sonreí. Puse el "No molesten" en la habitación del hotel. Por fin podría contemplar el resultado de mi travesura. No estuvo mal la visita a la Abadía, cualquier cosa era válida para atraer turistas y la leyenda de aquella piedra era de lo más original. Me recordó a Excalibur, la espada en la roca. Una piedra oscilante que nadie era capaz de hacerle caer.
.- Verán mañana cuando descubran que su atracción desapareció! ¿Seré el nuevo rey Arturo?- Pensé mientras contemplaba aquel pedrusco en mi mano.- Serás un noble pisapapeles.- Concluí.
Y acto seguido apagué la luz para dormir.
Cuando un rayo iluminó toda la estancia y al poco tiempo el trueno que le seguía abrió de nuevo la ventana. En ese breve instante de luz un tornado se formó en torno a la piedra y me vi atrapado en su remolino desapareciendo en la tormenta.
Tan solo recuerdo el lugar en que recobré el sentido, junto a una especie de fuente de piedra en un claro de un frondoso bosque donde apenas llegaba la luz del Sol. Entonces noté que en mi mano, sujetada con fuerza, conservaba aquella piedra. Al verla me di cuenta de que sobre ella había grabado un nombre junto a un 9, Viviane. Recordé algo en la explicación que dio el guía y pronuncié aquel nombre nueve veces. Al llegar a la novena la roca comenzó a arder y la solté rápidamente sobre el agua viendo con asombro como de las entre las aguas surgían unos escalones que se perdían en las profundidades.
En aquel momento dudé entre detenerme a averiguar que estaba realmente sucediendo o seguir el devenir de los acontecimientos. La curiosidad pudo a la razón y comencé a descender por aquella escalera.
Tras una fina capa de agua se abría una gruta en la que a medida que avanzaba el calor era mas sofocante y extraños relojes de arena pendían de la pared rocosa llevando inscrito cada uno números romanos. Mientras descendía observaba como cada reloj que dejaba atrás invertía su sentido retrocediendo en el tiempo. Así continué hasta llegar al noveno justo al borde mismo de un acantilado, en una inmensa caverna. Tan grande era que poseía su propio universo. Una luna brillaba en lo alto y al bajar la vista vi con estupor un rostro reflejado sobre las aguas del lago que los rayos de luna dejaban entrever. De el pendían blancos y largos cabellos y barba del mismo aspecto. No lo dudé y salté al vacío sumergiéndome en el lago y nadando lo más rápido que pude hacia el interior.
De repente me detuve. Quería despertar, terminar con aquella pesadilla tan tan aparentemente real, y tanto porque el agua estaba helada! Pero por mas que lo intentaba no conseguía hallarme en mi cama sino que seguía en medio de aquel lago.
El recuerdo de aquel rostro me hizo continuar nadando, sin embargo ahora me costaba cada vez más cada brazada, hasta que sentí bajo mis pies el tacto del fondo. Poco a poco fui saliendo del agua, estaba en la orilla de lo que parecía ser una isla. Al dejarme caer agotado sobre la arena descubrí la verdad al rozar mi rostro con la mano. Aquel anciano era yo.
No sé cuanto tiempo había retrocedido pero seguro que eran muchas vidas más de las que podía vivir. Me sentía mas muerto que vivo y realmente lo único que temía en ese momento era no regresar a mi mundo, a mi habitación, no despertar nunca de aquella pesadilla.
Fue como si mi pensamiento fuera oído, porque una voz surgió de la penumbra.
“Cada noche de ánimas del año seis de cada milenio la piedra oscilante permite entrever la puerta al valle sin retorno. Quien ose abrirla oscilará entre la muerte y la vida. Al pronunciar nueve veces frente a la fuente de Barenton el nombre de mi amada, la Dama del lago, pudisteis descender por la gruta del tiempo hasta los confines de Avalon en donde ahora os hayáis. Debéis apresuraros. Ven hasta mi muerte, devuélveme mi cuerpo y recuperarás tu vida. Pero debes volver a colocar la piedra antes de las 12 de la noche o no tendrás otra oportunidad hasta la próxima noche de ánimas del 3006.”

La sola idea de permanecer en aquella caverna hasta el 3006 me hizo reaccionar de golpe. Aquel anciano… la Dama del lago… Era Merlín! No podía creerlo!

Solo me faltaba llamarme Arturo. En ese momento maldije la manía de no llevar reloj.
Me puse en camino hacia el interior de lo que parecía una isla cuando divisé sobre una base de mármol un ataúd de cristal. Allí estaba él, Merlín.
“…devuélveme mi cuerpo y recuperarás la vida” Recordaba aquellas palabras “…ven hasta mi muerte”
Abrí el ataúd y me introduje en el.

Abrí los ojos y… mi cama! mi maleta! ohh habitación cuanto te he echado de menos! Mi movil, te amo siglo XXI! No volveré nunca mas a esta tierra. Necesitaba una buena ducha caliente.
Entré en el baño y abrí el grifo cuando al girarme me llevé un susto de muerte. En el espejo vi reflejado a Merlín.
Me toqué por si volvía a ser yo y afortunadamente esta vez si era yo. Pero… entonces ¿Qué hacía éste ahí?
.- Devuelve la piedra! Corre, te quedan unos minutos! – Me gritaba.
.-¿Quieres que vaya hasta la abadía con esta tormenta a poner este pedrusco en su sitio? (Pero que hago hablando solo) Coge tu varita mágica y devuélvela tú.- Dije con desdén con ganas ya de terminar con aquella pesadilla.
Y Merlín desapareció, dejando un “Gracias por devolverme la vida. Feliz milenio” escrito sobre el vaho del espejo.
.- Mira que amable el viejo – Dije. – Pues de nada majo.- Sonreí, al fin y al cabo esto iba a hacerme millonario!
Tras la ducha me acosté pensando en el futuro que me esperaba.

No sé el tiempo que había dormido, me pareció una eternidad.
Mmmm Estiraba mis brazos aún con los ojos cerrados... cuando...
¿Pero que era aquello!!?

Abrí los ojos y me vi en el interior de un ataúd de cristal!!

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