La luz luchaba por hacerse un hueco

La luz luchaba por hacerse un hueco entre la humareda de aquel tugurio, punto de encuentro de amarguras y desengaños tendidos al borde de un vaso de vino.
Para él la vida había iniciado su cuesta abajo, justo en el momento en que fue considerado prescindible. Al aceptar el trabajo sabía que solo se trataba de un empleo temporal, ni siquiera le habían hecho contrato. Y el paso del tiempo sin indicios de despido en el horizonte le llevó a confiar, no, no fue una buena idea.
Había intentado impedir lo inevitable, revisado los servicios prestados a la empresa, tenido en cuenta su buena fe de no haber buscado empleo mientras estuvo interino, ofreciéndose a trabajar por un sueldo inferior, hasta suplicó que no le echaran; para él la humillación no era tal cuando se trataba de defender su trabajo. Pero nada de eso servía contra el peso de su aspecto y religión. No habían pasado horas del atentado y por razones que aún no entendía estaba en la calle. Pero lo que mas temía era ver en los ojos de ella los sueños rotos tras tantas penalidades que habían pasado.
No, no iba a pasar por eso, le prometió regresar para traerla consigo a España y sacarla de aquel infierno y eso iba a hacer. Salió de aquel tugurio decidido a conseguirlo.
Llevaría andado unos metros cuando un coche se detuvo bruscamente a su lado y sin tiempo para reaccionar unos hombres le obligaron a introducirse en el. En el interior le quitaron la documentación y confirmaron entre ellos al leer su nombre. No entendía que decían pero si que era inglés. Sin mediar palabra cuando llegaron a un aeródromo le metieron esposado y con los ojos vendados en un avión que partió con rumbo desconocido.
No paraba de decir que tenía que ser un error, que no sabía sobre que le preguntaban ni que conocía a los que en fotos le enseñaban. Golpes y de nuevo las mismas preguntas fueron toda la compañía que tuvo hasta que notó que aterrizaban. Seguía con los ojos vendados y pudo sentir que le llevaban en un coche.
Aquella voz del aeropuerto… tenía que ser Grecia.- Pensaba.
Tras permanecer unas horas encerrado en el maletero, le obligaron a subir de nuevo a otro avión. Y de nuevo los golpes y las preguntas hasta que llegaron al destino.
Una vez le quitaron la venda pudo averiguar preguntando a la persona con la que compartía celda, no podía creerlo, estaba en una base de Afganistán!
Hixam! Hixam! gritaban por aquel largo pasillo.
Él respondió con miedo, y aquel soldado abrió la celda y le dio algo escrito en árabe para que lo fuera leyendo mientras se dirigían por la base de nuevo hacia el avión.
Una vez en el le explicaron que confirmaron sus papeles y había sido todo un lamentable error, que le llevarían de regreso a casa pero bajo la condición de que olvidara todo lo sucedido, que de todas formas nadie iba a creerle y podían volver a encontrarlo.
Aceptó, con la misma palabra que empleaba ese país.
Preguntó sobre los golpes y el secuestro y la compensación que le debían obteniendo por respuesta un insulto y un “todos sois iguales” en un mal arabe.
Recordó aquel periodista que les entrevistó en la playa, en aquella ocasión le dijo que nada tenía que contarle porque su vida empezaba en aquella playa. Ahora sí,
se sentía ya parte del sistema, e iba a ser un héroe, ella estaría orgullosa.

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