La niña se perdía dulcemente en su vida

La niña se perdía dulcemente en su vida junto a la luz para siempre. Porque la única visión que quería conservar era la de su rostro.

Todo comenzó un día de otoño. Él salió como cada mañana dispuesto a robarle al día instantáneas con su cámara. No llevaba mucho recorrido cuando pilló a aquella encina despojándose de sus hojas sin pudor ante los que pasaban a su lado ignorantes de una belleza que él si supo apreciar. Se disponía a captarla cuando en ese instante ella se interpuso y su imagen fue capturada.
Ya en el laboratorio con la cámara llena de fotografías fue revelando una tras otra hasta que se detuvo al llegar a ella. En aquel momento, separados en la distancia dos pensamientos conectaron.
Un día acudió a la peluquería. Ella, que trabajaba allí, se percató de su presencia y con gesto de complicidad hacia su compañera ésta le cedió el puesto continuando en su lugar. Sus manos acariciaron su cabello transmitiendo unas sensaciones que él percibió. Al girarse y verla, la primera página de una historia de amor daba paso a muchas mas.
Aquel instante unió sus vidas, nunca supieron que se necesitaban hasta encontrarse.
El otoño siguiente ella quiso darle una sorpresa. Se fue al estudio poco antes que él llegara para prepararla cuando vio su foto, aquella foto que les unió. Al ir a cogerla tropezó con tan mala fortuna que el ácido que había en el estante le cayó en los ojos. El dolor fue intenso y su grito lo escuchó él que en esos momentos entraba.
Rápidamente fue trasladada al hospital y los pronósticos eran fatales.
Mientras ella permaneció inconsciente tras las primeras curas le comunicaron que perdería la visión.
Se culpó de ello, a él y a toda la fotografía, lanzándolo todo por los aires y destrozando el estudio terminó sentado llorando y lamentando lo ocurrido. Con la foto de su niña, como le gustaba que la llamase, entre sus manos, recordó algo que escuchó un día en la radio de la tienda. Y se dirigió de nuevo hacia el hospital.
Por fin iba a salir del hospital, mas la alegría quedó empañada por las lágrimas que no pudo contener. Esperó tanto tiempo este momento, esperaba tanto volverle a ver que su ausencia ese día le dolió mas que la operación.
Cada día recibía una rosa en la habitación y pensaba que cuando saliera estaría ahí. Pero no volvió a saber mas de él. Una vez en el estudio comprobó que hacía tiempo que nadie fue por allí, todo revuelto y abandonado. Sujetando una foto de él echó en falta su foto, la que quiso alcanzar aquel fatídico día. Que extraño ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba él?
El tiempo pasó y poco a poco fue rehaciendo su vida, pero su corazón aguardaba, pacientemente esperanzado aguardaba verle de nuevo. Algo terrible debió de sucederle pero ¿Qué?.
Camino de casa el viento llevó contra su pecho junto con unas hojas un trozo de papel. No podía creerlo! Era su foto! Y aquellas hojas… Con el corazón queriendo llegar antes que ella se dirigió corriendo hasta la encina y de pronto se frenó.
Un ciego suplicaba a las personas que pasaban le buscaran una foto que se le había caído.
Era él!
No pudo contener sus lágrimas. Ahora lo entendía todo. Cuando los médicos le hablaron de aquel trasplante… Quiso decirle, hablarle, abrazarle, besarle, quiso…
Se agachó y dejó la foto sobre su mano sin decir nada.
.- Gracias. Dijo él reemprendiendo su marcha. – Mi niña -.
Y él emprendió la marcha pasando a tan solo cms. de ella.

Si ella llamó su atención o calló, eso queridos lectores ya no lo sé.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una letra

Una enorme sonrisa