Siempre soñé

.- Siempre soñé con convertirme en él – Le decía mientras observaba la fotografía que sobre la pared colgaba.
.- Pues yo seré animadora y saldré en los tiempos muertos a animarte!- Respondió su hermana pequeña sonriendo.

Ambos compartían habitación, eran dos de los cinco hermanos que junto con su madre vivían en la séptima planta de aquel edificio de la parte alta de la ciudad. Desde la ventana podían ver el mar, pero al vivir en la última planta siempre les gustaba subir hasta la azotea desde donde podían verlo mejor y todos los alrededores.
Aquel día se levantaron muy temprano porque querían ver un partido de su selección y dada la diferencia horaria con el país donde se jugaba tuvieron que madrugar. Eran los mas pequeños y al mismo tiempo los que mas jaleo formaban, bueno casi, porque los hijos del tendero del quinto en ese momento se peleaban por quien se calzaría las Nike, pero en el fondo al resto de los vecinos no les importaban porque daban vida a todo el bloque.
El boulevard comprendía una sola hilera de edificios. La carretera ascendía desde el puerto y se hallaba en tan mal estado como ellos. Años de brisa marina y de metralla habían desgastado la pintura, vestigio de un pasado, y oxidado el metal de las farolas que no hace tiempo iluminaban el acceso. La crisis económica no pasó de largo por aquel lugar dando los lujosos comercios de firmas internacionales paso a pequeños locales en donde todo se vendía y todo se compraba. Puertas desteñidas pero cada una de un color diferente intentaban dar vida a un barrio cuyo corazón eran los niños.
El nº 6 era el del edificio más alto. Se podía ver desde cualquier punto de la ciudad y orgulloso aún mantenía sus relieves de mármol en la fachada aunque no se apreciara figura alguna. Proclamas y graffítis islamistas decoraban el muro al otro lado de la calle.
Desde la ventana contemplaban los dos hermanos la salida del Sol. El vecino del tercero, un viejo veterano de la independencia les contó que el Sol dormía en el desierto y se levantaba cada día para bañarse en el mar.
El mar, ella, la pequeña de apenas 7 años, no marchó con los demás niños cuando empezó el partido, se quedó mirando por la ventana al mar. Casi se había quedado dormida. Sus hermanos ya estaban en la planta baja, donde el militar del 2ºB que era un alto cargo del gobierno, instaló una televisión enorme que había conseguido, presumía siempre de ello, en una incursión en territorio enemigo.
Ella miraba el mar, del cuello caía una pequeña cruz que le regaló su madre igual a la que llevaba. Su padre y sus hermanos no llevaban porque eran sunníes, es lo único que sabía, pero tampoco quería saber más, solo el día en que volviera a casa porque le traía regalos maravillosos de aquellas torres tan altas en donde trabajaba. Aprovechando que no estaba su hermano cogió la foto de la pared y la sostuvo entre sus manos. Miró a la calle desde la ventana e imaginó la altura de aquellas torres.
.- Allí el cielo tiene que estar más alto – Pensó.

De pronto escuchó la voz de su madre por el pasillo y despertó de pronto de la somnolencia en la que caía. Entonces lo entendió todo al oír la alarma, se acercaban misiles y debían bajar corriendo al refugio.
Buscó sus zapatillas y su peluche.
.- Ya voy mamá!

Desde la plaza asistían todos a la escena que se vivía en la colina. El edificio mas alto de la ciudad había sido alcanzado de lleno por un misil. Envuelto en llamas resistió en pie unos instantes hasta que finalmente comenzó a derrumbarse.


Muy lejos de allí, en Europa daban la noticia en los informativos. La cámara del reportero hizo un barrido sobre el horizonte de la ciudad, entre otras casas derruidas pudo apreciar la silueta del edificio en ruinas, mientras una voz acompañaba a la noticia con el nº de varios muertos entre ellos niños. La noticia duró cinco minutos pasando luego a la información económica. Apagó la televisión y cogiendo el teléfono llamó a un nº de Nueva York.
.- Aló?
.- Tío Philips? Que sorpresa!
.- Escucha….

Cuando terminó de hablar con su tío y con el rostro impregnado ya del veneno del odio, abandonó por un momento su mesa y tras una forzada sonrisa al supervisor de la planta 87 se dirigió al almacén donde tras percatarse de que estaba solo, marcó desde su móvil un nº.
.- Dígame.
.- Sí.
.- Está seguro?
.- Sí, he dicho que sí maldita sea. Os daré los planos de estructura del edificio.


No es mas que un cuento…

El caso es… ¿Qué ha cambiado desde aquel 11S?
Ojalá que en adelante lo único que caigan sean las hojas de los árboles.

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