Tras la repentina muerte de Angela

Tras la repentina muerte de Angela fueron muchas las promesas de intenciones que se hicieron, todo eran lamentaciones, protestas y estupefacción ante lo sucedido.
Se reía de todo ello. – Malditos – Pensaba. Aunque ninguna gracia le hacía, mas bien al contrario, mientras contemplaba sobre el escritorio la foto de su hermana.
No pudo evitar entonces que unas lágrimas surgieran y que apretara con rabia su puño sobre la mesa. – Esto no quedará así – se repetía una y otra vez. – Verás que ganas de burla tienen ahora -
Llevaba tiempo advirtiendo que el comportamiento de Angela no era normal, pero su madre lo atribuía a que era introvertida y necesitaba espabilar un poco. “Eran cosa de críos” le decía cuando sacaba el tema a colación. Eso sí, siempre sin la presencia de ella, porque se ponía echa una fiera. Era una chiquilla de apenas doce años pero con una personalidad y carácter impropio de esa edad. Algo que despertaba la envidia de sus compañeros así como el que, víctimas de su inferioridad ante ella, provocara un rechazo y acoso ante el que por supuesto no iba a claudicar.
No era una muñeca de cristal y belleza sin igual, pero para él era su hermana pequeña y la admiraba por como paseaba sin arrugarse ante el resto. Tenía sus manías, como la de llevar aquellas cintas en el pelo. Pero daba igual, ya la habían señalado con la diana y se hallaba sola. Porque a la hora de la verdad, si era cierto que tenía amigas éstas no movieron un dedo el día de la agresión, incluso una profesora fue reprendida por los padres cuando en público a la salida de clase reprendió con dureza al resto de la clase el comportamiento cobarde con Angela.
- Malditos cabrones – Pensaba en voz alta al recordar como esos mismos padres lamentaban su muerte formando un círculo ante su cuerpo inerte junto a la columna con la que se golpeó… accidentalmente. Porque así figuró en el comunicado que emitió el colegio: “Muerte accidental” Pero él estaba convencido de que la empujaron en aquel corro que hicieron en torno a ella. Lo vio en el rostro de cada uno, no podían ocultar el terror de sus conciencias. Podrían engañar al colegio, a la policía, a sus padres, y lo mas grave, a los nuestros.
- Pero a mi no, hermanita y van a pagar por ello – Dijo mirando la foto al mismo tiempo que introducía en cargador en el arma y esta en su mochila.
La muerte de Angela les hizo mudarse a otro barrio y él aguardaba el cambio de instituto por lo que ese día disponía del tiempo libre necesario para sus propósitos. La no admisión del recurso presentado ante el tribunal contra la sentencia de muerte accidental fue el detonante de su venganza.
Aquella mañana salió temprano de casa, dejó una nota en la cocina junto a la foto de Angela y se encaminó hacia el colegio al otro lado de la ciudad.
Con la excusa de saludar a la profesora que defendió a su hermana pudo entrar y dirigiéndose hacia donde se hallaba el grupo que la acosó observó como disminuían el tono de sus voces y entre susurros y risas se aprestaban a cumplir con el saludo.
- Hola –
- Hola ¿Como lo llevas?- Dijo uno del grupo.
- Lo vamos llevando – Respondió – Pasaba por aquí y… el recuerdo… bueno ya sabéis…-
- Sí hombre, en lo que podamos ayudarte ya sabes – Dijo otro, mientras el resto le miraba sin decir palabra.
- Pues se me ocurre… Por casualidad ninguno grabaría aquella caida en el movil ¿No?
- No, nono, no – Fueron respondiendo uno a uno
- ¿Puedes grabar con este ahora? – Le dijo a quien él entendía como el cabecilla.
- ¿El qué? ¿A ti? jajaja – Sonrió
- No, su venganza.

Y sacando su arma de la mochila comenzó a disparar.

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